> HOJEANDO EL DIARIO

MANUEL RIVA

LA GACETA

Corazón de nuestra ciudad, principal paseo de los tucumanos, centro neurálgico de las protestas, en síntesis la plaza Independencia es a nuestra provincia lo que la plaza de Mayo es a nuestro país. Una atracción que tenía el paseo hasta promediar el siglo XX era la presentación de la Banda de Música que lo hacía en un “quiosco” elevado para que la gente pudiera ubicarse alrededor y escuchar la interpretación.

Aquel momento era conocido como “retreta” y los espectadores se ubicaban en bancos de mármol estilo “art decó”. Mientras los mayores escuchaban la orquesta, los más jóvenes iban y venían por las veredas. Las muchachas sonreían al paso de los muchachos hasta que estos últimos se animaban y se acercaban para entablar conversación. Desde una distancia prudencial la mirada vigilante de los padres controlaba la escena.

PLAZA INDEPENDENCIA. La imagen muestra en primer término las veredas y más atrás el kiosco de la banda.

La banda de música

Una recordada presentación de la banda se produjo en noviembre de 1933 cuando, al mando del maestro José Ruta y del profesor Casella, presentaron un concierto en honor a Richard Wagner. Además, la actuación fue transmitida por radio, lo cual constituyó una novedad para la época, ya que la mayoría de las emisiones se hacía desde estudios. De acuerdo con el relato de nuestro diario, la transmisión fue recibida en toda la ciudad con la “entusiasta aprobación y felicitaciones de los radioescuchas”. La noche fue espléndida, con una temperatura agradable y la plaza se vio colmada de público entusiasmado por escuchar a los músicos. Los organizadores ubicaron los asientos en hemiciclo para que todos puedan ver la presentación con comodidad.

La orquesta, por aquel entonces, tenía algunas faltas que debían ser subsanadas. Según la crónica: “debemos reiterar que una banda de música, para calificarse entre los organismo de grandes bandas y para rendir con propiedad sus interpretaciones de las grandes obras sinfónicas, necesita un mínimum de sesenta ejecutantes, con proporciones lógicas en el número de cada familia de instrumentos”. Además, se informaba que el maestro Ruta “debió incorporar, para la circunstancia, para equilibrar en lo posible el instrumental”. Pero pese a estos inconvenientes nuestro diario destacaba: “una verdadera innovación ha constituido la conferencia del maestro Casella, en el canto del señor Salomón y las explicaciones sobre los temas melódicos de la Marcha Fúnebre del Crepúsculo de los Dioses que dio el maestro Ruta, despertando, todo un vivísimo y justificado interés”. Como vemos por aquellos años comenzaban los conciertos didácticos que aportaban información y explicaciones sobre las obras. “El kiosco de una banda es así como una tribuna libre, una tribuna popular, de divulgación artística, que honra altamente a los oradores, a los artistas que desde allí se ponen en contacto directo con las masas, en el grande escenario de la naturaleza al aire libre, o entre las vibraciones multiformes y febriles de la vida urbana: en las plazas”.

DESTARTALADO. El destruido estado del kiosco hizo que “El Orden”pidiera que sea derribado.

Pero volviendo a la necesidades de la banda, la crónica expresaba que en la ejecución “hemos notado que en el Ágape Sacro de Parsifal hacían falta muchos instrumentos, especialmente los de madera, para la consecución de los ‘efectos’ en la versión interpretada: el tema de las campanas, que predomina constantemente en ese trozo, en los momentos de alarmarse, por ejemplo entre las maderas y la totalidad de los metales, quedaba evidente la desproporción, así como entre las maderas y los saxofones o bien entre los distintos grupos de metales entre sí”. Aunque se valoraba el esfuerzo de los ejecutantes, también se consideraban “insuficientes” los diez clarinetes para darle una correcta “proporción” y “fortaleza” a la obertura de Tannhauser.

Junto al público general estaban las autoridades de la provincia, legisladores y concejales que “ciertamente, habrán notado las necesidades de la Banda”. También estuvieron los vicecónsules de Alemania y del Perú. El propio maestro Ruta “agradeció a la concurrencia y formulando votos por que sean establecidas en forma permanente las audiciones”.

El director Ruta

El director Ruta siguió cuatro años más al frente de la banda para jubilarse en 1937, tras más de 20 años de trabajo en nuestra provincia. El maestro había llegado a nuestro país en 1901 poco después en enero de 1902 estuvo entre los fundadores del Regimiento de Infantería 13, donde fue director de su banda de música (ejerció durante cuatro años pese a no venir de una formación militar). En 1904 fue convocado por el gobernador santiagueño, José Santillán, para que reorganice la banda provincial, con un presupuesto mensual de 4.000 pesos igual cantidad que Tucumán, el valor más alto del país para ese menester. Ruta reemplazo en 1915 tras un concurso al maestro Gaspar Signorelli, que había sido asesinado por uno de los músicos de la banda. Su nombramiento requirió perentoriedad ante la inminencia de las fiestas del Centenario de la Independencia en 1916.

En cuanto a la Banda de Música de la Provincia, recordaba la profesora Sarah Carreras que su gran impulso fue dado por el maestro Antonino Malvagni, que la dirigió largos años, y por el subdirector Genovesi. Luego serían directores de la Banda los maestros Gaspar Signorelli y José Ruta, este último hacia la época del Centenario. Recordaba, asimismo, que el Conservatorio “Juan Bautista Alberdi”, de Malvagni, fue comprado por el Estado cuando su propietario se trasladó a Buenos Aires. En el “Alberdi” se instaló la Academia de Bellas Artes de la Provincia, primera institución oficial de enseñanza artística del medio. El compositor Luis Lorenzi fue su director inicial.

LA NOTA DEL DIA. Nuestro dibujante Villá también criticó a su manera el mal estado de algunos elementos de la plaza.

Más de tres siglos

La plaza acompaña a los tucumanos desde hace más de tres siglos. A lo largo de ese tiempo se le fueron incorporando adornos y distintos elementos que fueron despareciendo. Están los casos de la estatua de Manuel Belgrano, el vencedor de la batalla de Tucumán; dejó su privilegiado lugar para ser trasladada a la plaza homónima. Carlos Páez de la Torre (h) daba como ejemplos: “la ‘Parábola’, de Pompilio Villarrubia Norry (ahora frente al Cementerio del Oeste); las piedras hamburguesas que pavimentaban sus veredas desde 1889 hasta los años 1970; los dos quioscos para la Banda de Música y el escenario con bancos de mármol ‘art decó’ que lo reemplazó, y una segunda fuente que también fue retirada. En la plaza, además, se instalaron surtidores de nafta que llegaron hasta los años 1940.

Pese a todos los cambios, los periódicos en varias oportunidades criticaron muchos elementos faltantes o deteriorados que había en el paseo. Por ejemplo, el diario “El Orden” le dedicó una crítica al deteriorado estado de un quisco de metal con ventanas de vidrio instalado por la Municipalidad; eso ocurrió en febrero de 1928. Se pedía el retiro inmediato del armatoste y criticaba su buen gusto. Otro ejemplo lo brindaba nuestro dibujante y humorista Villá, quien en “La nota del día”, en noviembre de 1933 y con su particular humor, mostraba el mal estado en el que se encontraban los bancos de la plaza que invitaban a sentarse en el suelo para estar más seguros, según la discusión de dos caballeros que recorren el paseo.

La plaza empezó a ser frecuentada hacia 1860, cuando el gobernador Marcos Paz la convirtió en un verdadero paseo. Delineó sus avenidas, plantó naranjos, puso bancos y otras novedades. La sacó así de su situación colonial de mero espacio abierto, donde hasta pastaban los animales. Estos ya no pudieron ingresar, porque se la rodeó con una cadena amarrada a gruesos postes. Por la misma época, la flamante Banda de Música empezó a ofrecer conciertos. Se los llamaba “la retreta”, pero el concepto se extendía, en realidad, no sólo a la música sino a la reunión que seguía mucho después de concluido el concierto.


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La expectativa era grande, la multitud miraba hacia el cielo en busca del diminuto alambre por el que minutos después iban a transitar los acróbatas. La noche se asentaba sobre el lugar y los reflectores iluminaban las alturas en búsqueda del fino sendero aéreo. La plaza Independencia estaba colmada. Los minutos pasaban y el público esperaba impaciente. Aparecieron los artistas. Aplauso atronador de los presentes. Era la noche del sábado 16 de agosto de 1952 y el lugar elegido era el principal espacio verde de la ciudad, donde había cables de acero de 16 milímetros de diámetro tendidos entre los edificios más altos de dicho paseo. Las lingas se tendieron desde la Catedral hasta la Caja Popular por encima de los árboles que poblaban la plaza, de tal manera que los especialistas realizaron sus acrobacias a unos 30 metros de altura. Otra línea unía la cúpula de la casa de Gobierno con el edificio de la entidad financiera provincial. El grupo hizo otras dos presentaciones el domingo siguiente, a las 16 y a las 21.30. Esta no fue la única vez que acróbatas recorrieron el paso sobre un cable a decenas de metros del paseo. Según Carlos Páez de la Torre (h) señala que “ El doctor Ernesto E. Padilla, en una carta de 1937, se complacía en describir la plaza Independencia y su entorno, tal como los vieron sus ojos de niño, es decir a comienzos de la década de 1880. Aseguraba que tenía “un recuerdo muy vago: la hazaña de ‘vuelo rápido’ realizada por el acróbata Alday, que llegó para una fiesta patria y tendió una soga desde uno de los ojos de la torre del Cabildo hasta un naranjo de la plaza Independencia”.